Informe “Educación para todos en el mundo” 2010, una llamada a la acción
La presente edición del Informe sobre la Educación para Todos en el Mundo –“Llegar a los marginados”– sale a la luz en un momento de grandes incertidumbres. En efecto, todavía estamos bregando con el impacto de largo alcance que la crisis económica y financiera global ha provocado no sólo en los sistemas bancarios del mundo entero, sino en todos los sectores del desarrollo humano, incluido el de la educación. Nos hallamos en una encrucijada.O bien continuamos como si no hubiera ocurrido nada y corremos el riesgo de arruinar los progresos considerables logrados en el último decenio, o bien hacemos que la crisis constituya una oportunidad para crear sistemas educativos sólidos capaces de fomentar la integración y poner un término a todas las formas de marginación.
Los avances conseguidos desde que se adoptaron las metas de la Educación para Todos y los Objetivos de Desarrollo del Milenio son innegables: se han dado grandes pasos hacia la universalización de la enseñanza primaria, se ha incrementado el número de estudiantes en la enseñanza secundaria y superior, y en muchos países se ha conseguido la igualdad entre los sexos en los sistemas educativos. En un plano más general, se han registrado también progresos en la lucha por acabar con el hambre, la pobreza y la mortalidad materna e infantil.
La crisis financiera mundial puede entrañar cambios radicales. En el Informe Llegar a los marginados se muestra que la disminución de los ingresos de los gobiernos y el aumento del desempleo suponen una grave amenaza para el progreso en todos los ámbitos del desarrollo humano. Los presupuestos gubernamentales están sometidos a una presión aún mayor y la financiación de la educación se halla en una posición especialmente vulnerable. Otro tanto ocurre con las familias pobres. El aumento de los niveles de pobreza muestra que el desafío planteado por la satisfacción de las necesidades humanas básicas exige un combate diario. El pasado nos enseña que con frecuencia son los niños –y sus posibilidades de ir a la escuela- quienes primero padecen las consecuencias.
Para responder a la crisis actual, los gobiernos tienen que crear con premura dispositivos para proteger a las personas pobres y vulnerables. Asimismo, deben aprovechar la oportunidad para poner en pie sociedades que luchen contra la desigualdad, de manera que todos puedan beneficiarse y prosperar. La educación está en primera línea en este combate. En efecto, la escuela no sólo enseña a leer y escribir sentando las bases para la vida activa, sino que además promueve la tolerancia, la paz y el entendimiento entre las personas, luchando contra las discriminaciones de todo tipo. La escuela es el lugar donde las poblaciones indígenas pueden aprender a leer y escribir en su lengua materna, donde la diversidad cultural puede florecer y donde los niños pueden tratar de sustraerse a las dificultades provocadas por los conflictos y los desplazamientos.
El Informe sobre la Educación para Todos en el Mundo de este año subraya que todavía queda un largo camino por recorrer. En efecto, en el mundo hay todavía 72 millones de niños que se ven privados de su derecho a recibir educación por el mero hecho de haber nacido en una región o una familia desfavorecidas. Son millones los jóvenes que salen de la escuela sin haber adquirido la capacitación necesaria para integrarse con éxito en la población activa y, además, a uno de cada seis adultos del mundo se le deniega el derecho a aprender a leer y escribir.
El Informe 2010 es un llamamiento para la acción. Tenemos que llegar a los marginados. Solamente los sistemas de educación integradores poseen el potencial requerido para utilizar las competencias que exige la edificación de las sociedades del conocimiento del siglo XXI. La comunidad internacional tiene un papel decisivo que desempeñar en el apoyo a los países que se esfuerzan por preservar y ampliar sus sistemas educativos. No debemos dejarlos solos en esta coyuntura crítica. Las promesas de ayudar a los países pobres para que salgan de la crisis deben traducirse ahora en la asignación de los recursos financieros que tantos gobiernos necesitan con urgencia.
Mi propósito es que la UNESCO siga abogando con energía por la inversión de más recursos en la educación. A la Organización le incumbe, por su condición de coordinadora del movimiento en pro de la Educación para Todos, una responsabilidad especial en la empresa de alentar y apoyar a los que más riesgos corren en la presente crisis. Al hallarnos en una encrucijada y con tan sólo cinco años por delante para cumplir con los compromisos colectivos, tengamos la osadía y la determinación que se imponen para escoger la vía que permita a todos los niños, jóvenes y adultos ejercer efectivamente su derecho a la educación.
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